miércoles, 1 de octubre de 2014

Recordando a papá.

Me doy cuenta que el tiempo pasa sin que nos demos cuenta. Más de un año desde la última vez que escribí y esta vez me acerco después de mucho dar vueltas y esquivar el asunto a compartir lo que en este año ha pasado en mi vida. 

Me sigue ocurriendo que me pregunten, ¿Hay algo por lo que desees que ore?, normalmente tenía una respuesta arraigada a eso y que fue mi principal motivo de oración durante años: la salvación de mi papá. 

A finales del año pasado, papá empezó a sentirse un poco mal, nada grave según él ya que siempre gozó de salud y fortaleza, los estudios y los médicos decían lo contrario, aunque parecía que era algo que podía tenerse bajo control. Al iniciar el año noté algo diferente en él, no se si su semblante, quizá hasta un poco decaído de ánimo. Yo pasaba muchas noches sin dormir a profundidad y me paraba a cada rato para preguntarle si todo andaba bien. Él siempre me contestaba ¡Si! Cualquier cosa yo te aviso, duerme chulita. Sí, siempre me llamaba así. La angustía iba creciendo y él no deseaba comer, le fallaban las piernas por lo que tuve que convencer a una de mis hermanas que la situación no andaba nada bien, que por favor me ayudara a convencerlo de ir al médico. Así lo hicimos, el médico inició una serie de estudios y nos recomendó que se quedara dos o tres días en el hospital para poder realizar un estudio completo y certero. Así comenzaría esta despedida. A pesar de odiar los hospitales, o quizá por ello, estaba muy animado de cooperar para poder regresar pronto a casa. ¡Incluso quería ver el Superbowl de este año! Desgraciadamente la segunda noche se puso grave y fue trasladado al área de coronarias para ser monitoreado constantemente. El diagnóstico del médico, (por cierto el peor médico con el que he tenido trato, y no porque no conozca su rama sino por la falta de empatía para con sus pacientes y familiares) fue como un balde de agua fría para mis hermanas y para mí que tratábamos de entender que pasaba entre tantos términos médicos, de algún modo estaba diciéndonos que no sabía cuánto tiempo tenía papá...mientras nosotras habíamos estado preparando un cartel y unas tarjetas para cuando nos permitieran verlo, ya que pasó su cumpleaños internado aunque consciente por ratos.

 Es difícil describir todo lo que pasó por mi mente y mi corazón todo el mes que pasó internado. Dios mostró cada día su misericordia, yo subía un Nuevo Testamento para leerle y oraba por él, él decía que hablaba con el Señor en esos momentos difíciles. Cada día fue el Señor quien sostuvo mi mano, cuando uno pasa por el valle de sombra y de muerte ni siquiera ve si hay alguien alrededor, digo ¡no se alcanza a ver! Pero la luz del Señor siempre estuvo presente, cada día fue mejorando y el Señor mostraba nuevas formas para recordarme que él es digno de toda confianza. El Señor me habló a través de las Escrituras como nunca lo había entendido, hablándome de Su misericordia y poder,  y que a mi me correspondía responder en fe. Aún los doctores estaban maravillados de algo que ellos no entendía, el poder de la oración. El Señor incluso le mandó un enfermero creyente que lo atendía con mucha paciencia así como el resto de las enfermeras. No podría describir el gozo que me dio el día que de su boca salió el que le leyera las Escrituras, sabemos que eso es sólo resultado del mover del Espíritu. El Señor escuchó nuestras oraciones y tuvo cuidado hasta de los más pequeños detalles. Aunque por momentos papá creía que quizá no regresaría a casa, Dios escuchó su anhelo y le permitió regresar. Dios aún me regaló la bendición de poder cocinar para él, cuidarlo y atenderlo de tiempo completo en esos días, incluso habíamos planeado una pequeña comida con sus hijos, todos juntos en el cuarto para celebrar que estaba en casa y para celebrar que Dios le había permitido cumplir 88 años. Teníamos muchos planes para ayudarle a recuperarse, sabiendo que sería un trabajo difícil pero que haríamos en conjunto todos sus hijos, por amor a él. El Domingo 2 de marzo, Dios decidió otra cosa, o yo diría que más bien cambió la sede del festejo que sin duda se llevó a cabo, pero no fue aquí en un lugar terrenal, sino en los lugares celestiales con Cristo. La respuesta a la oración que siempre había pedido era cumplida ahora, mi padre viviría ahora eternamente en la presencia de Dios y no pagando una condena eterna. 

Para nosotros sus hijos, ha sido un tiempo de muchos cambios, muchos como es normal muy difíciles. Cada día lo recuerdo y lo extraño, mi hogar aún huele a él, su cuarto está igual. Extraño sus risas al ver la tele, o cuando me pedía un  café un té para el frío, o incluso cuando bajaba a la cocina a acompañarme a preparar mis paletas de chocolate. Cuando me gritaba para decirme que se me olía a quemado y que seguro había olvidado de nuevo un traste en la lumbre. Aún cuando todo esto me duele, pienso en el amor de Dios manifestado en cada detalle y en cada anhelo que le concedió aún hasta el final a mi padre, solo puedo agradecerle por su infinita misericordia, por escuchar no sólo mis oraciones, sino las oraciones de tantas personas de diferentes lugares, e incluso países que estuvieron orando por él. Agradezco a Dios porque es un Dios que escucha nuestras oraciones e inclina su oído a nuestras necesidades.
 Cada día desde que se fue de este mundo es difícil ya que era la persona más importante para mi, con su partida, mi familia nuclear se terminó, pero tengo tantos hermosos recuerdos. Puedo decir que tuve uno de los mejores padres que alguien pudiera tener, claro como todo humano con errores y carencias, pero aún me parece escuchar su voz dándome consejos y animándome a seguir adelante. Sé que el querría verme haciendo las cosas que siempre me han gustado y siendo independiente. Aún puedo agradecer porque su cuidado fue más allá de esta vida terrenal, siempre pensando en mi futuro y no dejarme en ningún momento desprotegida. Dios en mi padre terrenal proveyó al mejor ejemplo de lo que debe de ser un padre, e incluso puedo decir que dio honra a su nombre ya que de ese modo entiendo que tengo un Padre Celestial mucho mayor, que me ama mucho más y que ha prometido nunca dejarme. Sé que no lo ha hecho ni nunca lo hará. 

Con una ausencia (temporal) como ésta nuestras vidas toman un giro diferente, Dios incluso en esto nos muestra a la gente real, la fidelidad y la amistad verdadera. Estoy muy agradecida por la gente que Dios ha puesto en mi vida en este tiempo, porque incluso me ha permitido servirle, compartiendo el evangelio, discipulando e incluso me permite ahora ser parte de una hermosa congregación que me ha brindado la enseñanza y fe necesaria solamente en el Señor. No sólo eso, el Señor me ha regalado amigos increíbles que han sido de apoyo y sostén en mi vida, ¡mi nueva familia! Y con todo esto, aunque muchas veces me entristezco, sé que es por mi, porque lo extraño, ya que sé que mi padre está en el mejor lugar, donde no hay dolor, ni lágrimas, sino gozo eterno y que cada día me acerco más a poder verlo de nuevo. Este tiempo en la soledad y en el desierto me han permitido ver como Dios es quien como al pueblo durante su peregrinaje de 40 años, nunca le faltó el pan, sus vestidos no se estropearon, ni nada les faltó, porque él es fiel cada día. También agradezco por abrir mis ojos, reenfocarme de nuevo en él y en la más hermosa relación que ha ido creciendo día con día e incluso por quitar todo lo que era un obstáculo para esta relación. 
Es cuando entiendo lo que dice Romanos 8:28, que aún la situación que más miedo me daba desde que era una niña, la que rogaba que nunca llegara, al llegar ha sido para hacerme crecer, madurar, y sobretodo ser más dependiente del único que tiene todo el poder. Puedo sentir al Espiritu Santo del Señor consolandome cada día que cuando me abruma la tristeza, ese sentimiento es intercambiado por la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento (Fil 4:6-7)¡A Él sea la gloria por siempre! 


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